¿Cómo sabemos lo que sabemos?
El oficio de albañil es uno de los más riesgosos y agotadores. Es uno en el que, hasta el más experto aprendió sobre la rodilla, sin juego de geometría ni calculadora. Así es el caso de un albañil cuya simpática respuesta recuerdo siempre con una sonrisa.
Contraté a un ingeniero para que construyera una marquesina frente a mi casa. Después de hacer un bosquejo y trabajar en el presupuesto, me presentó al maestro albañil que se encargaría del trabajo. Antes de que comenzara la obra, fui a la asociación de colonos para hacer los trámites correspondientes, que incluían un donativo en árboles para el Bosque de la Primavera. Para ello era necesario especificar en el permiso los metros cuadrados que tendría la marquesina. Con ese fin, fui a buscar al maestro albañil. Al plantearle la pregunta, y después de echar un vistazo, con expresión seria y tono experto me respondió: “no, seño, metros, lo que se dice metros no hay. Uno va echando el ladrillo y conforme lo va uno echando, van saliendo los metros”.
Así, pese a la falta de precisión teórica, los metros fueron saliendo y resultó una bonita marquesina que sigue en pie desde hace 25 años.