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Repugnante y nutritiva
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Qué es de verdad repugnante cuando comemos?
Este recetario te invita a explorar nuevas formas de divertirte cocinando, mientras redescubres las cualidades de algunos alimentos. El color, la textura, la combinación, puede convertir al más inocente vegetal, en un bicho extraño, repulsivo, pero divertido. Al final no todo es lo que parece y terminarás dándole a tu cuerpo lo que realmente necesita para estar bien nutrido, al tiempo que alimentas también tu imaginación.
¿Qué es lo repugnante a la hora de elegir nuestros alimentos?
Un cocinero se convierte en un artista cuando tiene cosas
que decir a través de sus platos, como un pintor en un cuadro.”
Joan Miró
Primer lugar en obesidad y diabetes infantil; una competencia a la que jamás nos inscribimos y que ganamos por default. De la preocupación por esta realidad surgió la idea de crear un libro con propuestas saludables que rompieran el estereotipo de las dietas aburridas. Fue un reto que encaramos de la mano de algunos niños que aportaron su visión -su cultura- acerca de lo que para ellos significa comer.
Sabemos que el sabor de los alimentos no es algo completamente subjetivo; es, en realidad, una construcción social creada y compartida. Es por eso que, lo que en México nos parece delicioso, como un plato de pollo con mole negro, a un extranjero puede quitarle por completo el apetito, sin importar las buenas intenciones y las horas que el chef se haya pasado en la cocina. Lo mismo puede ocurrirnos a nosotros cuando vemos a un tailandés chuparse los dedos frente a un plato de tarántulas fritas, o a un italiano embarrar un trozo de pan con Casu Marzu, un queso fermentado con larvas de mosca que sólo se consigue en el mercado negro, dado su nivel de toxicidad. Cada cultura tiene sus: necesidades, intereses, ingredientes y, sobre todo, sus creencias; aunque algunas veces estas resulten extrañas, deplorables, asquerosas, o bien, limitantes. Cada cultura aprecia sus creaciones, sin importar el parecer de los comensales de otras culturas. Este es uno de los juegos a los que invita el recetario repugnante.
Detrás de un rostro al estilo de Archimboldo, se abre un universo cuya intención es llevar a los niños a divertirse creando platillos asquerosos, pero divertidos y saludables. El libro fue una propuesta un tanto transgresora por romper con las reglas de etiqueta y el buen gusto dictados por la convención. En el fondo, su objetivo central es lanzar al aire preguntas como: ¿Qué es lo verdaderamente repugnante cuando se trata de nutrir nuestro organismo? ¿Qué es lo fino y delicado? ¿Quién dicta cuáles deben ser los modales a la hora de comer?
Quizá por ese dulce atractivo que a veces tiene lo prohibido, planeamos hacer lo contrario de lo que normalmente se hace cuando se quiere educar los hábitos de alimentación. En vez de decir: “esto se come y esto no”, o “esto se hace y esto, no”, lo que hicimos fue seguir a los niños en un juego común, no en todos, pero sí en muchos de ellos, y que es su gusto por lo escatológico. “Igualar para después conducir”, así podría resumirse nuestra estrategia de creación. Seguimos a los chicos que adoran hablar de porquerías a la hora de comer, para después, una vez instalados en lo repugnante, buscar los ingredientes que tuvieran el color y la textura necesarias para crear platillos asquerosos y, paradójicamente, buenos para crecer sanos y fuertes.
Uno de los mayores retos fue mirar de forma creativa los ingredientes menos taquilleros del refrigerador. Verlos desde mis ojos niños, desde mi experiencia y mi cultura personal para luego salir de ella y procurar otras miradas niñas y adultas, desde la misma y desde otras culturas culinarias. Así, un chayote al vapor podía convertirse, al partirlo por la mitad y esculpirlo un poco, en un par de Orejas de muerto, aliñadas, por supuesto, con un chorrito de cerilla fresca gracias a la magia de un aderezo de mostaza. De este modo surgieron recetas tales como: “El escupitín del tío Agustín”, la “Baba de gusanos” o “Lo que dejan los patos al pasar”.
Fue inevitable que se colaran ingredientes de mi herencia cultural materna y, con ella, la comida libanesa. Aquí hay también un elemento de interculturalidad, el de dos mundos gastronómicos distintos hablándose, conociéndose, integrándose, siendo ellos mismos y, a un tiempo, otros.
Muchos adultos levantan la ceja en cuanto abren el recetario. Por eso, en una de las primeras páginas incluimos una advertencia recordándoles acerca de aquellos platillos que suelen ordenar por ahí y por los que, muchas veces, están incluso dispuestos a pagar un montón de dinero.
Ser capaces de reírnos de nosotros mismos es una buena manera de evidenciar y reflexionar acerca de quiénes somos y de lo que hacemos para ser esos que somos. Hay a quienes el libro repugnante les parece desagradable; por suerte, a muchos les ha parecido interesante y ameno. Lo que es indudable es que ha invitado a una reflexión en torno al significado de los alimentos y a la posibilidad de hacer elecciones más cuidadosas.
Visitar otras ideas, otras historias, otras formas de hacer, otros modales, eso es aprender a comer, pero sobre todo, es abrirse a la posibilidad de enriquecer nuestro modo de vivir.